Composición II

COMPOSICIÓN II





espacios inversos, cargados sobre columnas telúricas, caídos sobre cimientos calcáreos, vestidos de escalas blancas y descascaradas, despojadas de todo vestigio de novedad; raídas y húmedas paredes graníticas, megalíticas, escrutadas por ojos gélidos, estáticos; capiteles cargados de dichas miradas, miradas pegadas con la humedad pútrida emanante de las catacumbas subterráneas, tórridas, llenas de vestigios ígneos, rocas derretidas, fuegos (fatuos y no fatuos); corredores llenos de incantaciones, invocadas por las piedras mismas, piedras derramadas a borbotones a través de los muros y los cielos tejidos de terciopelos y sedas; escaradas pieles envuelven cuerpos reptantes, invasores de los espacios calculados bajo cielos escuadrados; capiteles bajo los cuales batallas se llevan a cabo, entre contrincantes insospechados; melífluas doncellas fluyen sin cesar bajo los dinteles de las puertas adornadas con flores de piedra, flores que no han sido antes semillas; el mismo drama que envuelve a los ancianos que habitan los espacios inversos: ancianos que no han sido jóvenes, o niños, o bebés, o fetos, o gametos, son seres manifestados, creados, esculpidos como las flores de piedra; a la vez no se marchitan como ellas, y tienen vida eterna mientras los capiteles y los espacios existan; de igual forma se generan diversas polémicas entre los escalantes que incrustan las uñas de sus pies en las junturas de las piedras con la innegable intención de escalarlas y dar con la invisible, o más bien innegable cúspide que se pierde completamente en las distancias; cúspide nublada por inmensas extensiones de espacio sobre y bajo las cabezas de los escalantes; los ojos calcáreos continúan su religioso escrutinio de los inconmensurables rebotes de los que son víctimas las voces tumultuosas de los habitantes de los intersticios, habitantes que nada tienen en común con nosotros, y que todo tienen en común con los escalantes: son simbiontes perfectos; se deben la mutua existencia; el equilibrio de la simbiosis conducida por los escalantes y los intersticiontes es el tema de discusión de los ancianos eternos que custodian los espacios; ingénitos líquenes se adhieren a las albas, lustrosas losas que sostienen las verticales densidades intermedias; los líquenes conocen el espacio entre las dos caras de las losas, por lo tanto tienen la perspectiva ciega y perfecta de los parásitos, los seres del intermundo, los parias que yacen sobre las tierras de nadie que se extienden entre las existencias; los vergeles cultivados por los jardineros se extienden entre los caudales acuíferos cultivados por los hidrógenos, los guardianes y productores de agua; los salones que se abren junto a la estancia hidrógena son los reservados a los escribientes y dibujantes dados a la tarea de registrar y generar, respectivamente, la constante expansión de los espacios, expansión visible, mas inalcanzable a través de la vista; compelidos son los oídos y las manos a medir por resonancia y tacto las dimensiones de los espacios inversos definidos en los anales escritos por los escribientes, escuchados por los oyentes, y vistos por los videntes; la sala circular, por otro lado, es el misterio que anima la existencia de el intrépido grupo dedicado a romperlo, a conocerlo, a explicarlo; los espacios generan los misterios, y los misterios generan a sus escrutadores, los escrutadores generan a su vez nuevos anales, los que generan nuevos escribientes; la sala circular se mantiene en el misterio porque no genera espacios más allá de sus propios escrutadores, hecho que parece no haber sido refutado nunca, aunque podría ser objeto de estudio esta ausencia de evidencia; la sala circular encierra al esferógeno, geómetra que da ser a los espacios curvos que parecen ser los más abundantes, pero a la vez los menos escrutables, los menos transferibles, los menos probables; la sala circular genera a su vez las salas hexagonales, y esta genera a su vez las cúbicas; la sala circular, hogar del esferógeno, encierra a su vez, la esférica: sala; la esférica sala no es discutida ni registrada, se sabe que encierra en si misma todas las temperaturas posibles, todos los espacios, todas las mensuras, carece de intersticios y de columnas y de losas; el misterio de su existencia, el misterio de cómo sustenta los otros espacios, de cómo prolifera en las otras salas, es secreto. Sólo se sabe que está vacía.

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