Cuando comencé a leer el libro de Conversaciones con Sergio Meier que recibí como obsequio de parte de su autor, mi amigo Carlos Lloró, inmediatamente vino a mi memoria la ocasión en que me enteré de que al parecer existe un ejemplar de la novela El color de la amatista en la Biblioteca de la Universidad de Texas en Austin. Llegué a tal hallazgo hace unos años, luego de haberme pasado lo que seguramente fueron unos 15 minutos, pero que recuerdo como varias horas, tratando de encontrar alguna copia del libro en internet, idealmente para poder comprarlo o, en última instancia, para tenerlo en pdf. Huelga decir que mis indagaciones fueron infructuosas, y que los libros de Meier, sobre todo aquel, parecen ya haber entrado en la misma categoría del Necronomicón de su amado Lovecraft. Hay quienes dicen haber visto y palpado El color de la amatista , incluso puede que haya alguna fotocopia borrosa y herética de algunas páginas circulando por ahí, pero no conozco directamente a nadie que po
Si tuviera que definir mi escritura en una frase (por suerte no tengo que hacerlo) diría que es una escritura del simulacro. No es de verdad. Tal vez una escritura-mímica. En el lanzamiento de un libro de poesía al que asistí hace poco (sigo esperando que algún día se lance físicamente el libro hacia el público, cual Enrique Iglesias con su gaviota, pero me decepciono cada vez), se habló del verso y del simulacro de verso. Que la poesía de la poeta antologada estaba hecha de verdaderos versos, mientras que hoy en día reina el simulacro de verso, la prosa tijereteada y quién sabe qué más. Por supuesto hay razón en esas palabras, pero no creo que el simulacro tenga que ser necesariamente malo. Creo que toma valor cuando es consciente. De Material Ligero es un simulacro de métrica, un simulacro y casi una parodia de orden y claridad. El libro anterior, Cuaderno de Movimiento, es más bien una mímica; ahí me apropio de la forma de varios poetas que amo, tal vez ocasionalmente de su fondo. T
Se concentra todo el esplendor En esperas inciertas,inútiles Y se decanta el canto verdadero En gruesos y pútridos sedimentos Para que descanse sin apelación Bajo la cabeza del martillo acelerado: El bestial anhelo se suspende; se arroja se descompone se dispersa En un finito espacio, infinítamente vacío.
Comentarios
Publicar un comentario